Antonio M, et al. 1.a Reunión Nacional de Trabajo Multidisciplinar en Oncogeriatría: documento de consenso.Rev Esp Geriatria Gerontol. 2012. http://dx.doi.org/10.1016/j.regg.2012.05.006
He escogido esta bibliografía por la importancia que tienen estas personas para las actividades informativas y de adiestramiento sobre los cuidados del paciente. Debe abarcar aspectos relacionados con la atención al cuidador, abordando sus problemas y previniendo situaciones patológicas.
Atención a la persona cuidadora
El cuidador principal de pacientes crónicos y discapacitados es la persona que habitualmente proporciona cuidados a una persona enferma o con discapacidad, física o psíquica, que le impide ser autónoma. Se distingue así de otros cuidadores que intervienen, ocasional o intermitentemente. Los planes de cuidados del paciente en situación avanzada y terminal deben incluir la atención de la persona cuidadora.
La atención al cuidador no concluye con el fallecimiento del paciente, sino que se prolonga tras él, con objeto de prevenir, identificar precozmente y tratar la aparición de duelos patológicos o alteraciones mentales.
Todos los profesionales que trabajan con los pacientes en situación avanzada y terminal deben colaborar en la atención del cuidador que debe adaptarse a la organización de cada unidad. Se pueden identificar las actividades que se relacionan, definiendo cada unidad la metodología para realizarlas, el responsable de las mismas y dónde (domicilio, centro de salud,...), cómo (entrevistas, en grupo, consulta...) y cuándo se realizan: identificación del cuidador principal; valoración socio familiar y registro, incluyendo los apartados referidos a la persona cuidadora; atención al cuidador incluida en la estrategia de atención al paciente.
Algunos de los criterios de atención a la persona cuidadora son los siguientes: informar clara y concretamente sobre la enfermedad del paciente, probable evolución, pronóstico y desenlace; adiestrar en la realización de cuidados fundamentales y en las técnicas necesarias para con la persona enferma, todo ello con la menor carga de trabajo posible para el cuidador; facilitar la gestión adecuada de su tiempo; promover la satisfacción de sus necesidades, en cuanto a reposo físico y psíquico, estimulando actividades gratificantes que puedan encajar en el tiempo, y fomentando sus relaciones sociales; apoyo familiar, mejorando la comunicación, favoreciendo el reparto de tareas de cuidado y afrontar las decisiones conjuntas; atención a sus problemas de salud detectando la aparición de síntomas de claudicación tanto relacionados con el esfuerzo (dolor mecánico crónico, artralgias, cefaleas, astenia...) como psíquicos (insomnio, depresión, ansiedad...); apoyo en afrontar y adaptarse al proceso de enfermedad; provocar la reflexión y promover la modificación de los pensamientos inadecuados (culpa, ineficacia o vergüenza); proponer objetivos realistas con respecto a la persona enferma; reforzar los logros, aumentando su autoestima; anticipar situaciones que puedan resultarle estresantes, como la posible aparición de complicaciones, accidentes o la enfermedad del propio cuidador, elaborando alternativas; informar y ponerla en contacto con los recursos sociales disponibles (como el voluntariado, la ayuda domiciliaria, los centros de día y las ayudas técnicas), haciendo siempre un uso racional de los mismos e incorporándolos de forma progresiva y cuando sean necesarios; detectar riesgos de duelo patológico para su control y apoyo antes (preparando al cuidador para la pérdida) y después del fallecimiento del paciente; cuando sea necesario, poner a su disposición apoyo instrumental (prestaciones complementarias, material ortopédico o fungibles) o ayudas sociales, programas de descanso del cuidador; facilitar la accesibilidad de los servicios (horarios, visitas domiciliarias, teléfonos de contacto y otras medidas que agilicen la comunicación).