Bibliografía 5

Valoración geriátrica integral del adulto mayor.


 Kameyana Fernández L. Valoración geriátrica integral. Medigraphic [en linea] 2010 [fecha de acceso 16 de octubre de 2012]; 5 (2): 55-65. Disponible en: http://www.medigraphic.com/pdfs/residente/rr-2010/rr102c.pdf

He seleccionado este artículo, porque aborda la valoración geriátrica integral de manera concreta, y de una forma clara y sencilla.

La evaluación geriátrica es una herramienta usada para detectar las enfermedades o alteraciones en los adultos mayores y que no pueden ser detectadas en una historia clínica tradicional.
Es un proceso dinámico y estructurado que permite detectar y cuantificar los problemas o necesidades que pueden presentar los mayores en cualquier ámbito: funcional, clínico, mental y social.
No cabe duda que una detección precoz en cualquiera de estos ámbitos es primordial a la hora de un correcto manejo y tratamiento con el fin de mantener en el adulto mayor una óptima calidad de vida.
Es un proceso diagnóstico multidimensional interdisciplinario con el objetivo de desarrollar un plan coordinado e integrado para el tratamiento y seguimiento a largo plazo. Los componentes de la valoración integral son: evaluación clínica, funcional, mental y social.
La valoración está conformada por la anamnesis, la exploración física y una serie de instrumentos más específicos denominados «escalas de valoración », los cuales facilitan la detección y seguimiento de problemas, así como la comunicación entre los diferentes profesionales que atienden al adulto mayor.

Valoración clínica

La valoración clínica es más complicada en el anciano ,debe incluir la entrevista clínica clásica, a la que se agrega un interrogatorio directo sobre la presencia de los síndromes geriátricos, historia farmacológica, historia nutricional, exploración física, solicitud de exploraciones complementarias, evaluación social y elaboración de un listado de problemas.
El adulto mayor presenta factores que dificultan la entrevista clínica y la hacen más laboriosa.
Destacan las dificultades en la comunicación resultado de déficits sensoriales, deterioro cognitivo y lentitud psicomotriz. Por ello se recomiendan entrevistas cortas y frecuentes, acercarse al
adulto mayor, hablarle despacio y en volumen alto, darle tiempo para responder, solicitar información al cuidador para completar y contrastar
los datos.
La anamnesis debe incluir:
• Antecedentes personales: valoración de diagnósticos pasados y presentes, ingresos hospitalarios, intervenciones quirúrgicas, etc., para
determinar su repercusión funcional y mental.
• Revisión por aparatos y síntomas para encaminarnos a la detección de síndromes geriátricos.
• Historia farmacológica completa y actualizada: tratamientos recibidos en el último año, tratamiento y dosis en el momento de la valoración,
tiempo de administración de cada fármaco, para poder detectar síntomas y signos relacionados con efectos secundarios de los medicamentos utilizados.
• Historia nutricional: dieta habitual, número de comidas al día, número de alimentos por comida, dietas prescritas, problemas funcionales que afecten la independencia de comer y capacidad para adquisición y preparación de los alimentos.
• Cambios orgánicos asociados al envejecimiento, prevalencia de patologías, problemas psíquicos, problemas económicos y fármacos, así como información sobre la enfermedad actual.


Valoración funcional



El estado funcional puede describirse como la capacidad de desarrollar el autocuidado, automantenimiento, actividades físicas y roles sociales.
Es una parte esencial de la valoración geriátrica, pues resume el impacto general de la condición de salud en el contexto del ambiente personal y redes de apoyo social; es una medida de desenlace para monitorizar la respuesta a un tratamiento o proveer información pronóstica para planear cuidados futuros (necesidad de servicios de apoyo, intervenciones médicas o terapias de rehabilitación).
La valoración funcional es el proceso mediante el cual se obtiene información sobre la capacidad del anciano para realizar las actividades de la vida diaria (AVD), las cuales se clasifican en actividades básicas (ABVD), instrumentales (AIVD) y avanzadas (AAVD). Las ABVD incluyen aquellas que deben de realizarse para el autocuidado (baño, vestido, transferencias, ir al baño, continencia y alimentación). Las AIVD son aquéllas en las que la persona interacciona con el medio para mantener su independencia; son necesarias para mantener su participación en la comunidad (transporte, compras, finanzas, uso del teléfono, toma de medicamentos, cocinar, quehacer doméstico y lavandería). Las AAVD permiten al individuo actividades sociales, recreativas, trabajo,
viajes y ejercicio físico intenso; incluyen roles sociales, familiares y comunitarios, así como participación ocupacional y de recreación.
El deterioro funcional es común en los adultos mayores y tiene múltiples causas potenciales, incluyendo cambios relacionados con la edad,
factores sociales y enfermedad. Cerca de 25% de los adultos mayores de 65 años necesitan ayuda para las AVD. Para los mayores de 85 años, hasta
50% necesitan ayuda para las AVD. La información sobre la funcionalidad debe incluirse en la evaluación de todos los adultos mayores.
La observación directa de la función es el método más fidedigno para la valoración funcional, pero no es práctico en la mayoría de los escenarios
de atención de salud. El autorreporte de las ABVL y AIVD es fidedigno, pero cuando sea posible o cuando el paciente se encuentre con deterioro
cognitivo debe ser corroborado por un cuidador.
Deterioros sutiles o nuevos en las AIVD pueden ser signos tempranos de depresión, demencia, miedo a caer, disminución de la agudeza visual u otras enfermedades. La pérdida de las ABVD frecuentemente señala empeoramiento de enfermedades o un impacto combinado en
las comorbilidades en una etapa más avanzada.
Conforme avanza el grado de deterioro funcional, aumenta el riesgo de mortalidad, el número de ingresos hospitalarios y la estancia media,
complicaciones, las visitas médicas, el consumo de fármacos, el riesgo de institucionalización y la necesidad de recursos sociales.
Almudena Escribano Ruiz